Descripción
Esta ruta conduce al valle de Las Montañas, hermoso lugar del concejo de Cangas del Narcea que, además de ofrecernos sus magníficos paisajes, nos permitirá observar las huellas de las antiguas explotaciones de oro que los romanos dejaron en sus montes.
Itinerario rodado
Cangas del Narcea - Trones - San Pedro de las Montañas - San Félix de las Montañas (enlace con ruta de paseo de montaña) - Cangas del Narcea.
Distancia: 23,1 km (46,2 km, ida y vuelta).
Descripción: Partimos de Cangas del Narcea por la carretera AS-15 en dirección a Ventanueva; a 1,2 km, cogemos a la derecha la carretera local CN-3 a Trones, que abandona el valle del Narcea coronando el alto de Santarbás. En Trones, pueblo situado en un hermoso enclave, continuamos por la carretera municipal que nos lleva San Pedro de las Montañas, cabecera de la parroquia de ese nombre. Durante el recorrido pasamos por Posada de Besullo; aquí podemos ver el edificio de la antigua escuela a la entrada, algunas paneras con decoración y un molino. Continuamos por Cerecedo, San Romano e Irrondo, donde aún pervive la artesanía de la cestería. A nuestra derecha podemos contemplar el hermoso valle donde se asienta Besullo. Antes de llegar a San Pedro de las Montañas la carretera se adentra en un terreno angosto, de paredes verticales de roca. No se nos debe pasar desapercibido un «cortín», construcción destinada a proteger las colmenas de miel de las golosas visitas del oso. Éste se encuentra en un escarpado enclave, casi colgado de las rocas, lo que incrementa su inaccesibilidad. En San Pedro, tras pasar el puente, seguimos dirección a Fuentes de las Montañas y a 900 metros cogemos la carretera que a nuestra derecha va a San Félix de las Montañas. A otros 900 metros tiene su inicio la ruta de senderismo. Podemos dejar el coche en este punto y disfrutar de un agradable paseo.
Información complementaria: La minería de oro en el valle de Las Montañas.
Desde la primera mitad del s. I d. C. y hasta finales del II, el imperio romano llevó a cabo una ingente explotación de los recursos auríferos en el noroeste de la península Ibérica, y especialmente en el occidente de Asturias. Aunque algunos yacimientos de oro ya eran explotados en época prerromana (aluviones de ríos con técnicas de bateo), Roma introdujo una gran capacidad técnica y de ingeniería que aún hoy nos causa admiración e incredulidad a la vista de los restos visibles que han quedado. En el valle de Las Montañas y sus alrededores se conocen casi una veintena de estas explotaciones, desde Monterroso a Besullo. Casi todas ellas son yacimientos primarios, donde el oro se encuentra en la roca madre, fundamentalmente en proporciones no visibles.
TÉCNICAS DE EXTRACCIÓN.—En principio se procedía a una prospección mediante el bateo sistemático de una zona, que permitía descubrir la concentración de oro, y se completaba excavando trincheras o galerías subterráneas («ternagi»), para determinar el sentido que debía seguir el frente de explotación.
Una vez localizados los yacimientos, era preciso construir el trazado de una red hidráulica de canales y depósitos. El agua desempeñaba una función primordial en el proceso. Esta operación conllevaba un costoso trabajo, al tener que remontarse hasta el lugar de captación del agua (manantiales y arroyos). Estos canales de conducción («arrugia» o «corrugi») podían recorrer varios kilómetros y muchos de ellos aún son hoy visibles (se les conoce con el nombre de «antiguas»). El agua llegaba hasta unos depósitos de almacenamiento y distribución, y de allí hasta los depósitos de explotación, situados sobre la cresta misma del tajo. Estos depósitos («stagna» o «piscinae») se construían excavando en el terreno y el material extraído era utilizado para formar un talud de cierre a su alrededor. De estos depósitos salían unos canales que vertían el agua directamente sobre las cortas.
El sistema de extracción era no menos espectacular. En los yacimientos primarios, como en el de San Félix de las Montañas, se realizaba mediante el sistema de cortas a cielo abierto. Se empezaba socavando una gran trinchera, con entibación de madera, bajo la masa de roca que se quería derribar. Luego se hacía fuego dentro de ella para después soltar el agua de los depósitos. Se conseguía el resquebrajamiento de la roca por las grandes tensiones que producía las diferencias de temperatura con el empleo alterno de agua y fuego. Con la roca así desplomada se procedía a su selección y trituración, con el fin de que el agua la fuese arrastrando hasta el lugar donde se lavaba; allí se volvía a triturar con morteros o molinos, para su criba y separación mediante fundición. Por este sistema en la explotación de San Félix de las Montañas se removieron tres millones de metros cúbicos de roca, lo que explica la espectacularidad del socavón producido. En época romana, la minería subterránea con galerías era mucho menos frecuente. La galería existente en San Félix serviría como prospección, para determinar la riqueza del yacimiento y establecer la dirección a seguir en su explotación.
Mientras que el resto de la minería solía ser por concesiones a particulares, las minas de oro eran explotadas directamente por el Estado romano. Dirigiendo la explotación había ciudadanos romanos, personal técnico y administrativo y algunas fuerzas de vigilancia. La aportación de la población indígena se limitó a la mano de obra. Muchos astures trabajaban en las minas como hombres libres. Esto propició que los tradicionales castros no sólo pervivieran, sino que incluso se llegaran a construir otros nuevos próximos a las explotaciones, para acoger la mano de obra que éstas precisaban. Las formas de vida de la población indígena sufrieron una importante transformación; encontraron en la minería un nuevo medio de vida que elevó su nivel económico, y que a la postre propiciaría un importante cambio cultural. Se abría un nuevo período en nuestra Historia.
Fuente: Ayuntamiento de Cangas del Narcea.
El regreso a Cangas del Narcea se hace por el mismo itinerario por el que vinimos.
Fuente: Ayuntamiento de Cangas del Narcea
Información
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